Conservación

¡Cuidado con los árboles monumentales!

La gran mayoría de los municipios de nuestro país por sus características ambientales e históricas, ha visto favorecida la existencia de una gran biodiversidad de especies vegetales leñosas autóctonas y alóctonas, que forman parte de la vegetación de nuestros bosques, de los campos de cultivo agrícola, y de la vegetación ornamental de nuestros pueblos. Esto ha facilitado que en el medio natural, agrícola y urbano existan grupos y ejemplares botánicos que por sus características excepcionales de tipo científico, histórico, cultural y social presenten un gran Valor e Interés Monumental y Local. Estos conjuntos vegetales constituyen un patrimonio arbóreo insustituible, que forma parte del patrimonio medio ambiental y cultural de nuestros pueblos, lo que implica que sea de interés público su protección y conservación.

Los arboles monumentales son las piezas de un Museo excepcional, único y vivo como ningún otro, que tiene repartidas sus obras de arte por toda nuestra geografía. Según muestran los estudios sabemos que el 80 % de los árboles que tenían el reconocimiento de árboles monumentales a principio del siglo XX, han desaparecido. Aquellos lugares en los que la presencia humana y de sus actividades se ha incrementado o modificado, son las que más arboles han perdido. Así ha ocurrido en los centros urbanos y periurbanos de nuestros pueblos y ciudades sometidos a transformaciones urbanísticas y viarias, con los incendios en el medio forestal, o con el expolio de olivos, castaños y palmeras en el medio rural. Pero además esta realidad no ha hecho más que agravarse en los últimos años. Y está afectando de una manera especialmente trágica a miles de castaños seculares del norte de la peninsula, a miles de olivos multicentenarios de toda el área mediterránea de nuestro país y de Europa, a decenas de miles de palmeras y a cientos de tejos, entre otros árboles.

Afortunadamente nuestra sociedad es cada vez más sensible, y demanda desde los ayuntamientos, las organizaciones sociales y las personas que aman la naturaleza y la cultura, el que se protejan y conserven estos árboles emblemáticos y su legado. Por todo ello hay que garantizar un apoyo real y permanente de tipo científico, económico y jurídico a este patrimonio natural sensible, delicado e irremplazable.

La protección jurídica del Patrimonio Natural, Histórico, Cultural y Social que son los árboles monumentales y su legado gráfico, escrito u oral es uno de los pilares fundamentales para garantizar su continuidad.

Actualmente el Estado Español tiene transferidas las competencias en Medio Ambiente a las Comunidades Autónomas, y por tanto son estas las que tienen una responsabilidad mayor sobre este Patrimonio. En la gran mayoría de los casos los árboles monumentales de nuestro país están indefensos, con la ley en la mano, ya que solo unos pocos, y en algunas Comunidades Autónomas gozan de una protección jurídica especifica y eficaz. En demasiadas ocasiones tambien ignoramos que existe un nuevo marco local, social, solidario, de participación ciudadana y de responsabilidad ecológica, que avanza con fuerza en nuestra sociedad, manifestándose en nuevas bases jurídicas y de organización social, como son la Agenda 21, la Ley Bases de Régimen Local, o la Reglamentación de la Calidad y Gestión Ambiental, entre otros.

La Ley 7/1985 Reguladora de las Bases de Régimen Local, en su articulo 25.2 apartados d), e), f) y m) da amparo jurídico para la protección en materia urbanística, parques y jardines, patrimonio histórico-artístico, de protección del medio ambiente y de turismo. Es decir cada municipio tiene suficiente base jurídica para poder declarar protegidos directamente cuantos arboles, arboledas o espacios naturales de interés local considere necesario. Esta declaración puede hacerse por iniciativa municipal o ciudadana. Basandose en dicha ley muchos ayuntamientos de toda España estan protegiendo los árboles mas emblematicos del municipio a traves de la Ordenanza Municipal de Protección del Arbolado de Interés Local. Dicha ordenanza es un texto reglamentario donde se concreta el marco legal, el objeto, el ámbito de aplicación, la vigencia e interpretación, el proceso de catalogación, la regulación de la gestión de los árboles y su entorno, las especificaciones técnicas de conservación, la financiación, los derechos y deberes que la declaración comporta, los mecanismos de participación ciudadana, su regulación y funcionamiento y el régimen de infracciones y sanciones, de acuerdo con la legislación aplicable.

Es pues urgente y útil, el preguntarnos ¿Cómo están los árboles monumentales?, ¿Qué necesitan?, ¿Qué hay que hacer para aumentar su numero?, o al menos, ¿Qué podemos hacer para inmutar lo menos posible su eternidad potencial?, porque ¿Saben ustedes que estos sorprendentes organismos vivos pueden ser destruidos en pocos minutos, creyendo que les estabamos ayudando?. En los últimos 30 años, la investigación botánica fundamental y aplicada, desarrollada sobre los bosques y los árboles, a permitido incrementar nuestros conocimientos sobre la arquitectura arbórea, el sistema de defensa de los árboles contra las heridas y los hongos que descomponen la madera, la biomecánica, los procesos de envejecimiento y senectud, las condiciones que favorecen y perjudican el desarrollo radicular, la interrelación con los hongos y los microorganismos del suelo, etc. Así hoy sabemos, al menos, lo que no debemos hacer en los arboles y su entorno si queremos conservarlos.

Amores que matan

Documental sobre los riesgos del turismo verde, en particular, sobre los árboles singulares. Emitido por la Televisión Valenciana. En él participa Odile Rodríguez de la Fuente, hija del conocido naturista Félix Rodríguez de la Fuente. 



Pautas para la conservación de los árboles monumentales

Imaginemos por un momento que un arqueólogo, durante un trabajo de campo, encuentra, pico y pala en mano, en mitad de un valioso yacimiento, a un grupo de bienintencionados ciudadanos cavando y removiendo la tierra para plantar árboles y crear un bosque. Alarmado, se dirige a ellos para avisarles de que allí mismo hay restos de un valor incalculable y una fragilidad extrema que probablemente se perderán para siempre si continúan con su trabajo. Muy amablemente, los responsables de la repoblación responden que lo harán con mucho cuidado, que tienen todos los permisos en regla y llevan muchos meses preparando esa actividad y que en todo caso, la vida, la ecología o el oxígeno que exhalan los árboles son valores que están muy por encima de cualquier otra consideración histórica o científica...

Cualquiera de nosotros comprenderá fácilmente lo absurdo de esta situación, pero cuando sucede a la inversa son pocos los arqueólogos, restauradores, arquitectos, constructores, etc. que contemplan el valor y la fragilidad de los viejos árboles y arboledas que se encuentran con frecuencia en el curso de sus trabajos y excavaciones.

Situaciones parecidas se producen a diario con las remodelaciones de plazas, parques y jardines, las restauraciones de iglesias y edificios, las urbanizaciones y construcciones de infraestructuras o inmuebles, las transformaciones de los entornos para el desarrollo turístico, etc.

Cuando el viejo árbol se enfrenta a estos proyectos, rara vez sale indemne y con demasiada frecuencia muere o se ve afectado de forma irreparable. Demasiadas veces los errores son tan elementales y fácilmente subsanables que creemos ha llegado el momento de trabajar decididamente en la prevención y divulgación de buenas prácticas, para evitar la absurda pérdida de este patrimonio irreemplazable.

Raíces, invisibles pero vitales.

Las raíces de los árboles viejos se disponen en una gran proporción a un nivel muy superficial y con una extensión que con frecuencia sobrepasa varias veces la extensión de la superficie de la copa.

Cumplen los objetivos básicos de anclar al árbol y satisfacer sus necesidades de agua y nutrición y cualquier afectación al sistema radicular puede tener graves consecuencias no solo por comprometer de forma inmediata la estabilidad o la alimentación sino por el riesgo de plagas y agentes patógenos que penetran por las heridas.

Por otra parte el sistema radicular respira y cuando se cubre el terreno con una capa de arena, tierra, escombro, etc. el árbol puede morir por asfixia.

Las raíces pueden verse también gravemente dañadas por el paso de vehículos o maquinaria o la compactación del suelo que se produce por el deambular constante, o puntual pero intenso, de animales o personas. Un nuevo sendero abierto junto a los árboles o uno antiguo que de pronto es muy transitado, puede causar daños irreparables a las raíces de los mismos árboles que soportaban sin problemas el paso ocasional de transeúntes.


 El árbol y su entorno

1 – En algunos casos es necesaria la autorización administrativa correspondiente para poder intervenir, aunque sea mínimamente, en estos árboles y su entorno.

2 – Antes de iniciar cualquier acción, debe procederse a realizar un estudio del árbol en cuestión y su entorno para conocer, con detalle, cómo pueden afectarle trabajos y saber si perjudicaran al árbol. En este estudio se propondrán, además las medidas correctoras y de conservación a llevar a cabo. Es conveniente disponer de un plan de seguimiento y supervisión durante las obras y a medio plazo, ya que en función de la evolución de los trabajos y de la respuesta del individuo, puede ser necesaria la toma de medidas de conservación complementarias. (Recordamos la necesidad de contar con las máximas garantías de profesionalidad y experiencia en el manejo de árboles monumentales de todas las personas que desarrollen los trabajos).

3 - Las obras en el entorno y edificios cercanos son casi siempre el comienzo del declive de los árboles, especialmente cuando se ven dañadas sus raíces, por ello es preciso delimitar un área de protección o “campo del árbol” que vendrá determinada específicamente para cada caso en el estudio previo. Esta área incluirá como mínimo al árbol completo, es decir, de la raíz a las puntas. A titulo orientativo podemos decir que dicha área suele ocupar un radio equivalente a la proyección de la copa y unos metros más allá, pero puede ser mayor.

En este “campo” debemos evitar:

• Elevar o rebajar el nivel del suelo original.
• Rellenar con grava o tierra, hacer o rellenar hoyos o taludes existentes.
• El tránsito de maquinaria y vehículos pesados.
• Hacer zanjas o excavaciones, asfaltar o pavimentar el terreno circundante.

4 - Por otra parte y en toda ocasión debe evitarse también en el árbol y su entorno:

• Hacer hogueras y fuegos de cualquier tipo.
• Labrar la tierra o removerla.
• Aparcar y lavar coches.
• Podar sin permiso. Utilizar pinturas o mastics.
• Hacer incisiones en el tronco o ramas.
• Clavar carteles, atar cuerdas o alambres de cualquier tipo.
• Verter cualquier tipo de basuras, residuos o productos químicos, aceites, gasolina, detergentes...
• Almacenar cualquier tipo de materiales, especialmente los de obra (la cal y el cemento, aditivos químicos, abonos, pesticidas, carburantes...)

5- Se recomienda también:

• No cambiar bruscamente el entorno con riegos automatizados o aplicación de abonos químicos, herbicidas...
• Evitar la construcción de nuevas corras o asientos circulares de piedra alrededor del tronco y en todo caso, no utilizar cemento.
• Proteger durante las obras el “campo del tejo” mediante cercado de vallas móviles no clavadas en el terreno.
• Evitar los cables cruzando la copa.

Señalización

Las señalizaciones y carteles de rutas, itinerarios o lugares de interés, pueden distorsionar la percepción estética del entorno y también dañar a los árboles cuando se utilizan postes anclados en el suelo. Idealmente, los enclaves silvestres de gran valor natural, deberían mantenerse al margen de este tipo de señales. La señalización de otros lugares más campestres o urbanos, debería ser en todo caso discreta y respetuosa con el entorno, cuidadosamente diseñada tanto en la estética como en el mensaje y colocada de tal modo que no se perturbe la atemporalidad y la atmósfera de los “monumentos” o escenarios que se explican o señalan. Una buena regla es que en las posibles fotografías que haríamos del árbol o lugar en cuestión, podamos retratarlo desde todos los ángulos sin que aparezcan elementos artificiales extemporáneos. Tan solo en las cercanías de los pueblos podrían introducirse elementos adaptados a la estética, usos y materiales tradicionales y en los parques y entornos urbanos pueden caber otros criterios paisajísticos.



El árbol monumental, las restauraciones y la arqueología

Algunos de los más antiguos árboles de nuestro país se encuentran en lugares de gran interés histórico y cultural. Con frecuencia el arqueólogo o el arquitecto que emprenden obras de excavación o restauración de los yacimientos o construcciones, se encuentran con el problema, ciertamente complejo, de que su trabajo no afecte a la salud de los viejos árboles. Pese a todos los cuidados es muy común que se terminen cometiendo errores básicos que determinan la muerte o graves daños a estos seres vivos.

Encontramos la terrible paradoja de que los edificios aledaños se restauran primorosamente al tiempo que el árbol languidece y muere de forma fulminante o entra en una larga y penosa agonía. Muchos siglos de vida pueden terminar dramáticamente en un instante truncando la posibilidad de transmitir este legado de vida y esplendor a las generaciones futuras quizá también por muchos siglos.

La mejor forma de prevenir estas desgracias es integrar en términos de paisajismo, la presencia del árbol en el conjunto monumental o arqueológico en el que vive. Más aún, es preciso comprender que esta presencia representa muchas veces el alma de ese lugar. Por su honda simbología junto a casonas, palacios y construcciones civiles y porque en muchos santuarios estos templos vivos fueron precursores de los templos de piedra y los sucesivos cultos que fueron estableciéndose sobre esta raíz. El árbol presente suele ser el último eslabón de todo un linaje de árboles de origen inmemorial.

En este sentido cabría considerar al viejo árbol como una obra de arte frágil, única e insustituible, de la que ni siquiera sabríamos hacer una réplica. Con la cualidad añadida de que son seres vivos y pueden morir o enfermar. Los árboles tienen por otra parte un lado oculto, un sistema radicular, comúnmente mucho más extenso que la superficie de proyección de su copa, cuya integridad resulta vital para la salud y el futuro del árbol.

Es por ello que el proyecto de excavación, obra o restauración, debería contar con un estudio previo realizado por un experto y contrastado con los técnicos de forma que las actuaciones estén sujetas a un protocolo estricto que garantice la protección del árbol.

A nadie se le ocurriría pongamos por caso, restaurar la Gioconda, ni tan siquiera cambiarle el marco, sin contar con los más reputados expertos. Pues bien, muchos de nuestros viejos árboles son al menos tan bellos y tan valiosos y posiblemente más antiguos. Es tan solo una cuestión cultural el que hayamos dejado de apreciarlos en su justa medida pese a que continúan conservando y acrecentando incesantemente su valor.

Las distintas sensibilidades deberían encontrarse en este punto para lograr un acuerdo en el que los árboles y las arboledas centenarias conserven su protagonismo. La arqueología, la arquitectura, la historia y la cultura, la sociedad, la biología y el paisajismo deben dialogar para realizar las necesarias investigaciones y restauraciones, a la par que el viejo árbol continúa indemne o recupera incluso un poco de ese espacio que poco a poco les vamos robando de mil modos distintos.

El árbol singular y las obras

El  árbol singular lleva probablemente cientos de años viviendo en el mismo lugar, extendiendo ramas y raíces y generando salud y vitalidad sobre su entorno. Podríamos decir que se encuentra en ese preciso lugar porque los gestores de ese territorio, sus vecinos o dueños, lo han respetado y conservado, por simple aprecio o como reconocimiento a las múltiples funciones que el árbol tiene en el paisaje. Un árbol viejo es por tanto todo un símbolo de la sabiduría y cultura de las generaciones que han sabido preservarlo. Su valor es incalculable por la edad, la belleza y la fuerza que transmite a quienes lo contemplan o gozan de su sombra y presencia.

Sin embargo, el constructor se encuentra con frecuencia que ese árbol, bosque o arboleda, está precisamente en las inmediaciones del sitio en el que ha de desarrollar su proyecto. Es entonces cuando ha de actuar con toda la sensibilidad, calma y previsión que el caso requiere, recordando siempre que un simple error, una actuación de apenas diez minutos, puede determinar la pérdida irreparable de un árbol que llevaba creciendo siglos en ese lugar.

Es preciso recordar que somos en cierto sentido intrusos, recién llegados. Que del mismo modo que nuestros antecesores supieron transmitirnos este verdadero monumento vivo, tenemos la obligación moral, a veces también legal, de entregarlo a nuestros sucesores en el mejor estado posible.

El proyecto debe por tanto integrarse a ese espacio singular, respetando la integridad del viejo árbol y adaptándose a su entorno. Es preciso en todo caso, para minimizar el impacto de la obra, un estudio previo a cargo de un experto, que contemple especialmente el desarrollo del sistema radicular, casi siempre mucho más extenso que la proyección de la copa, y los mecanismos de protección del árbol durante la obra y posteriormente. La obra debe adaptarse al árbol, no al revés. Bajo esta premisa seguramente descubriremos que finalmente la propia obra o edificación que ha integrado correctamente el reto de asimilarse a ese espacio ya habitado, adquiere en consecuencia madurez, armonía y originalidad.

Por el contrario una obra que no ha sabido conservar ese verdadero edificio vivo que es un viejo árbol, habrá fracasado de algún modo. Habrá destruido la propia raíz de ese pequeño paisaje, habrá terminado de una vez con la fuerza y la belleza y habrá roto de forma irrevocable el diálogo que las edificaciones humanas deberían perpetuar con su escenario natural. Habrá que esperar con frecuencia cientos de años para poder disfrutar de un árbol parecido y por mucho que en ocasiones se intente reponer la pérdida del viejo con la plantación de muchos jóvenes, en el fondo todos sabemos que mil, o un millón de retoños no son lo mismo, ni siquiera se parecen a un solo árbol centenario. Cualquiera puede plantar miles de plantones, pero nadie puede improvisar la edad ni todo lo que ella conlleva y representa en cuanto a tradición, sabiduría y dignidad, tamaño, belleza, vitalidad…

Sin duda la conservación del árbol tendrá su coste en tiempo y en dinero, pero el progreso, el desarrollo, el urbanismo, deben comenzar a contemplar la tierra como un espacio en el que habitar, más que como un lugar de negocio y conquista.

Es bajo estas premisas que podemos encontrar en el viejo árbol todo un símbolo de la propia sabiduría. Un signo de distinción y mérito. Del mismo modo que las antiguas casas palaciegas exhibían sus viejos árboles como signos de nobleza y dignidad, el estado final del árbol después de una obra habla elocuentemente del constructor y expresa su cultura, eficacia, conocimiento, prudencia, talento…

El estudio, la conservación y las obras en los árboles monumentales

• En aras a una gestión científica y responsable que priorice el interés público en la conservación de estos monumentos vivos, enumeramos algunas consideraciones metodológicas, técnicas y de gestión, para reducir los daños y ayudar a conservar a los arboles monumentales, con el objetivo alargar su presencia entre nosotros.

• El conocimiento de la biología del árbol basado en la investigación fundamental y aplicada desarrollada en los últimos años sobre la arquitectura arbórea, senectud, sistemas de defensa, ecología, biomecánica, rizosfera, etc. es esencial a la hora de realizar cualquier intervención sobre estos árboles y su entorno. Hay que tener en cuenta que los principios agronómicos, forestales u ornamentales generales, no son de aplicación directa a estos árboles, propiamente dicho hablamos mas bien de principios de botánica geriátrica.

• Previamente a cualquier intervención es necesario realizar un estudio dendrológico por personal especializado, en el que se valore el estado morfo-fisológico, ontológico, biomecánico y patológico del árbol en cuestión. Además es imprescindible el estudio del medio natural donde crece el árbol y su historia. Basándose en estos estudios y diagnósticos se podrá establecer un plan de gestión que garantice la aplicación de las medidas idóneas de conservación y el seguimiento en el tiempo, con todas las garantías científicas.

• Es fundamental no modificar las condiciones del medio donde se ha desarrollado el árbol durante cientos de años. La superficie ocupada por las raíces suele ser mucho mayor que la proyección de la copa sobre el suelo. Además la mayor parte de la cabellera radicular está situada próxima a la superficie del suelo. Es por ello que todos los trabajos que se desarrollen en esta área son susceptibles de afectar al árbol y deben de evitarse, tomándose las debidas precauciones. Elevar o rebajar el nivel del suelo, la compactación, la impermeabilización, las zanjas superficiales, etc. modifican las condiciones del medio cerca de la superficie y provocan el debilitamiento y la destrucción de las raíces.

• Respecto a la nutrición de los árboles monumentales debemos reseñar que el aporte de una capa superficial de materia orgánica vegetal compostada (exenta de turba), en la superficie ocupada por las raíces mejora las características físicas y nutricionales del suelo, favoreciendo la micorrización. Simbiosis entre los microorganismos del suelo, hongos, bacterias, etc. y las raíces del árbol, que crean unas condiciones más naturales para el desarrollo del ejemplar. También suele ser desaconsejable la instalación de riego por goteo y la plantación de césped ya que modifican las condiciones en las que se han desarrollado las raíces, aumenta la competencia y provocan un menor crecimiento radicular ocasionando una mayor debilidad fisiológica y sensibilidad patológica.

• No debe podarse un árbol, y mucho menos si es monumental, simplemente por podarlo o porque se suponga que es la época de la poda. Podar todos los árboles como si fueran arboles frutales, forestales y ornamentales no es solo un error de técnica, sino también de comprensión de los principios fundamentales de la botánica. La poda suele estar relacionada con el pasado del árbol en función de los objetivos que se definieron al principio de su vida, de los avatares que le han sucedido a lo largo de su historia, y de su estado de salud actual. En general, los llamados chupones o rebrotes, deben conservarse prioritariamente en los arboles monumentales, ya que aseguran una regresión de la copa. En el caso de las palmeras cortar hojas verdes de la copa supone debilitarlas, ya que el número de hojas de la copa es constante.

• Una gran cantidad de aves, insectos, hongos, bacterias, micoplasmas, virus, etc. dependen de los árboles para obtener sus alimentos y sobrevivir. La mayoría de ellos son necesarios para el desarrollo sano de los árboles, solo unos pocos y en determinadas circunstancias pueden causar daños de importancia, y pueden llegar a producir la muerte del árbol. Es necesario, por tanto, el seguimiento y control de su evolución.

• Los árboles tienen sistemas de defensa muy efectivos frente a los microorganismos que pudren, alteran y descomponen la madera. Los árboles han desarrollado a través del tiempo sus propios sistemas de autoprotección, que un incorrecto tratamiento puede destruir en unos minutos. Por ello hay que tratar de evitar “limpiar” la madera o zona afectada de descomposición de un árbol, ya que facilmente se pueden romper las barreras microscópicas y químicas que tienen los árboles para defenderse, ayudando con ello a expandir a los patógenos. También hay que recordar que incluso la madera irremediablemente descompuesta del interior de los troncos, podrá ser posteriormente autodigerida, con la propia emisión de raíces internas del árbol.

• La supresión de la madera muerta de troncos y ramas principales en los árboles monumentales, también llamada “Cirugía”, que no presenten riesgo de caída inminente, y el “pintarla” mediante los llamados mastics o cicatrizantes, además de que no han mostrado su eficacia real en campo para estos árboles, supone una grave amenaza para la biodiversidad. Son miles las especies de aves, mamíferos, insectos, hongos, plantas y microorganismos, muchos de ellos en peligro de extinción, los que necesitan de estos habitats para sobrevivir. Ademas de suponer el borrar las trazas del pasado, debilidad mecánica, artificiosidad, perdida estética, etc.

• En el caso especifico de las palmeras y a pesar de ciertas creencias populares, se sabe que las palmeras suelen tener una gran avidez por los suelos ricos en materia orgánica, profundos, nutritivos y bien drenados, pero sin falta de agua, ya que este es uno de los factores cruciales de cara a una buena salud y belleza de las palmeras.

• Se deben evitar todo tipo de métodos agresivos como las espuelas, para trepar a los árboles y las palmeras. Tampoco debe sostenerse ningún elemento como pancartas, luces, señales, etc. mediante atadura a un árbol, ya que se corre el riesgo de estrangularlo.

• A pesar de nuestra interesada creencia los arboles adultos sufren gravísimos daños en su salud cuando se arrancan de cuajo y se dice que se transplantan. Las grandes y graves heridas que se ocasionan al cortar, casi a ras de tronco, los gruesos cimales y ramas principales acaban creando cavidades en el tronco y grandes zonas muertas. Además en este traumático proceso las raíces son mutiladas en su practica totalidad, hasta el cuello, mientras que las hojas son suprimidas casi completamente. Todo estas acciones agresivas no son inocuas para los árboles ya que supone un fuerte estrés fisiológico, merma en el crecimiento, problemas biomecánicos y mayor sensibilidad a los agentes patológicos. Por ello muy pocas especies de arboles pueden sobrevivir a esta traumática acción y mueren. Los pocos individuos que consiguen sobrevivir sufren sus consecuencias para toda su vida. Naturalmente cuanta más edad tiene un árbol mayor es el riesgo de que muera. En el caso de las palmeras debería limitarse la importación de palmeras adultas, que a ocasionado la introducción en nuestro país de numerosas nuevas plagas en los últimos años, así como protegerse las poblaciones naturales y con ello, el patrimonio genético de nuestras especies autóctonas.

• Una practica desafortunadamente cada vez mas extendida y vanalizada, es que con la excusa de conocer la edad, el crecimiento, la cronología, el cambio climático o ambiental, la contaminación, etc. estos árboles son sondados mediante barrenas Pressler para obtener “corex” o muestras internas de madera, para su estudio. Esta técnica necesita de una gran control y justificación científica, así como de rigor metodológico y ético en su aplicación a los árboles monumentales. En la gran mayoría de los casos no aporta datos realmente significativos, ya que por ejemplo es muy poco útil para conocer la edad, ya que la mayoría de los árboles monumentales están huecos en su interior. No podemos aceptar que cada nuevo estudio, proyecto, libro, inventario, control, investigación, folleto, libro de fiestas local, curiosidad, protagonismo o guía turística, que se quiera realizar, suponga llevar a cabo varias perforaciones en el tronco hasta el mismo centro o “corazón” del árbol, convirtiendo estos árboles tan valiosos en dianas acribilladas indiscriminadamente.

• Es conveniente tener una precaución especial a la hora de prevenir y evitar los incendios en los árboles monumentales especialmente en el medio agrícola y forestal. Ya que el fuego de suelo permite el incendio de estos árboles a través de su propagación por las plantas herbáceas y arbustivas.

¡Atención obras!

• Previamente al inicio de cualquier tipo de intervención, obra, reparación o modificación en el entorno de un árbol monumental, es necesaria la elaboración de una documentación técnica específica con las características constructivas y planos detallados, del entorno y del área de protección, excavaciones, conducciones aéreas y subterráneas, viales y pavimentos, edificios colindantes, ajardinamiento, etc. que se desarrollaran en las proximidades.

• Cuando se realizan obras junto a un árbol monumental es necesario proceder a delimitar “in situ” el área de protección de los ejemplares afectados, que incluirá completamente el árbol, de la raíz a las puntas, por personal debidamente cualificado. Como protección previa al comienzo de las obras, se procederá a la instalación de un vallado sólido e impenetrable, en dicha área. Su interior, no podrá utilizarse como almacén o depósito de ningún tipo de material.